Crónicas del Ecce Homo

Las 4 Leyes de la Termodinámica (si contamos la Cero) y Alguna más...

Para quien no lo sepa (y con los planes de estudio de los últimos decenios hay muchos que no lo saben), las Leyes de la Termodinámica son unas reglas fundamentales dictadas por un grupo de cerebrillos que la Naturaleza tiene que cumplir obligatoriamente sopena de perder su estatus de Mundo Natural y quedar degradada en anomalía, vamos... una pura excrecencia, una miserable bastarda de la Ciencia.

Ordinalmente hablando, la Primera Ley no es la primera: la primera es la Cero, calificada así porque, siendo obvia hasta lo prescindible, tiene la importancia de un cero a la izquierda (si no va seguido de coma, claro). Dice así: Cuando A está en equilibrio térmico con B y B con C, A se halla en equilibrio térmico con C. ¿A quién se le habría ocurrido una cosa así, verdad, sobre todo después de abrasarse los labios con una taza de café ardiente que ha llegado al equilibrio térmico con la infernal pócima negra que la llena y que ahora trata precipitadamente de llegar al mismo equilibrio térmico con tu impaciente boca? No es de extrañar que ésta sea la Ley Cero... Y, sin embargo, hay un dominio en el que esta Ordenanza colapsa: el dominio de la termoerótica. Si A (Tiburcio) pone caliente a B (Silvestrina) y, por otro lado, a C (Nemoroso), no implica en absoluto que Silvestrina y Nemoroso se pongan calientes mutuamente. Es más, probablemente entre ellos se dará una celosa y diabática frialdad.

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La Primera Ley, que ordinalmente hablando es la Segunda, tiene ya más trascendencia que la Cero: La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma... justo lo opuesto de lo que ocurre con la clase política, que se crea (¡ay!), se destruye (¡albricias!) y nunca se transforma (¡la p* que parió a diestra y siniestra toda la apestosa camada!), lo que me hace pensar que no están hechas de energía ni para la energía, sino de detritus humanos, como el monstruo de Frankenstein.

La Segunda Ley, que ordinalmente hablando es la Tercera para seguir arrojando entropía contra la euritmia de las cosas, es tan deprimente como la filsofía de Sartre en un viernes de Cuaresma... por lo menos. Viene a decir esto: Todo sistema cerrado acaba inevitablemente en equilibrio térmico.

Para quien no sea capaz de ver de buenas a primeras cuán jodida es esta Ley, añadiré dos cosas: 
1. Equilibrio térmico = muerte; 
2. El universo es (mientras no se demuestre lo contrario) un sistema cerrado.

Ergo, la traducción al román paladino del principio anterior equivale a: Todo se va inevitablemente a la mierda. Esto explica (entre otras cosas) por qué naces llorando y por qué luego necesitas —sucesivamente— el chupete, chuches y cómics, el i-phone y la play station, sexo y alcohol y drogas y series de televisión, y finalmente viagra y religión, para olvidarte de las lágrimas de leche con las que llegaste al mundo y de las lágrimas de sangre con las que te vas a ir. ¡Da las gracias a papá y mamá y busca la consolatio en los poetas estoicos, si eres capaz de encontrar alguno en google!
 

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La Tercera Ley, que es la Cuarta pero de incógnito, es cachonda y da mucho que pensar. Establece que a 0ºK (esto es, cero-grados-Kelvin, para los de los nuevos planes de estudio que han llegado a 4º de económicas o de cualquier otra carrera), cesa la entropía. Claro, cesa todo porque a esas temperaturas se congela hasta el Infierno y a Satanás se le quitan incluso las ganas de seguir zarandeando la Creación de un Dios racional. Sí, tan racional Él... Pero he aquí la cosa: si el estado de un gas cuyas partículas están poseídas por el movimiento browniano es sumamente entrópico, ¿por qué deja de serlo en el mismo momento en que la tarantela gaseosa se detiene congelada en su último aspaviento? ¿No será que eso del orden y el desorden tiene mucho de subjetividad humana? Para el hipotético daimón de Laplace, ¿el movimiento browniano de las partículas de un gas sería realmente un proceso entrópico, como lo es para la limitada mente humana?

Para los de los nuevos planes de estudios a los que no les interesa nada de lo ocurrido antes de su toma de consciencia (como Skynet) a los 20 años, aclararé que el daimón de Laplace es una IH (inteligencia hipotética) que conocería todas las causas y, por tanto, todos los efectos del universo. Jocoso que Laplace, para declarar a Dios una hipótesis innecesaria a oídos de Napoleón, formulase una inteligencia hipotética que no es sino Dios con otro nombre.

Pero retornando al orden versus la entropía, entra en mi despacho y tendrás una epifanía del primero: una biblioteca ordenada por temas, subtemas, autores y tamaños de libro; carpetas etiquetadas y dispuestas en orden alfabético; los objetos de la mesa ordenados simétricamente a ambos lados del ordenador... hasta las partículas del polvo en suspensión forman microarquitecturas bien configuradas contra los rayos del sol en las que un paramecio podría residir con toda su familia sin pisarse el cilio con la zapatilla. Pasa al despacho de mi compañera y parece Kansas después del tornado que se llevó a Dorothy a tierras del mago de Oz. ¿Por qué, así pues, yo tardo tres veces más que ella en encontrar las cosas en mi mundo entropicofóbico?

Llegamos a la 4ª Ley, que ni es la 5ª ni es nada porque no está consensuada por la camarilla de cerebrillos patriarco-colonialistas-capitalistas-micro/macromachistas que infligen violencia de género a la sufrida Naturaleza. Pero, en fin, sea como sea, Morowitz —de rabínica onomástica— la ha dictado, con lo que habrá que tenerla en cuenta. Dice así: En los sistemas estables, el flujo de energía a través del sistema desde una fuente hasta una desembocadura conduce al menos a un ciclo del sistema... y muy quizá a muchos más. (¡Anda que no es reiterativo el hombre!). Ésta es la razón de que los Cyclons de Galactica se llamen cyclons, de que el circulus sea vitiosus y de que te enamores las veces que te enamores (llámalo campo mórfico, atractor, o chreodo) siempre acabes ciclando igual, esto es, cayendo en el circus del mismo circulus.

La 5ª Ley la he formulado yo, así que ésta sí es importante... aunque nada comparada con la 6ª (también mía). Establece que toda mente adiabática, es decir, en la que ni entra ni sale nada, acaba inevitablemente en perfecto equilibrio neuronal, otramente dicho encefalograma plano. Y esta Ley explica cristalinamente la epidemia zombi del último lustro, que cobró predecible intensidad justo después de la fraudemia del 2020.

Para acabar, la 6ª Ley del Heptálogo: Visto lo visto, y teniendo en cuenta que las Leyes anteriores no están ni siquiera bien ordenadas numéricamente, lo cual inyecta no poca entropía en la disciplina que trata de expurgarla, resulta evidente que la Ciencia de la Termodinámica necesita todavía por lo menos un hervor... y quizá muchos más.
 

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