Armas de fuego
Las armas de fuego han sido una presencia constante en mi vida. A la formación práctica añadí el estudio de la balística general reuniendo y estudiando la mejor bibliografía que pude encontrar.

Las armas de fuego han sido una presencia constante en mi vida. Mi padre era militar y cazador, y desde muy pequeño tuve ocasión de experimentar lo que era disparar con arma larga y corta. A los veinte y pocos compré mi primera pistola de avancarga, que por aquel tiempo era de venta libre en España. Y así como otros colocaban un Cristo, un santo, o cualquier otra cosa inspiradora o funcional en su mesita de noche, la mía la ocupaban la pistola, un saquito de cuero con las balas de plomo, una polvorera de cobre y un cráneo humano: armas, literatura romántica y angst existencial condensadas en aquella representación wertheriana.
No entré en el mundo de las armas propiamente dicho hasta el 2008 y lo que tenía que haber sido una actividad de mero esparcimiento que me sacara de la ermita intelectual en la que vivía enclaustrado pronto se convirtió, como me ocurre a menudo, en un desafío cerebral: ¿qué es lo que hace que un disparo sea impecable, humana y técnicamente hablando?
Durante los diez años siguientes hice todos los cursos de tiro táctico y formación deportiva a mi alcance.
De ellos destacan dos en mi memoria: uno en Cerdeña en el 2011, de francotirador, con blancos a 1.000 metros, dirigido por un exmilitar del Col Moschin (las fuerzas especiales italianas).
El segundo en Polonia, en el 2018, cuyo pomposo título era “Operador desde helicóptero y vehículo terrestre”. Este último lo dirigía un tipo indescriptible que escondía su falta de conocimiento táctico y balístico detrás de un entrenamiento salvaje y la actitud malencarada de un auténtico cavernícola. Consiguió que el helicóptero con el que operábamos cayese desde 15 metros y, si ninguno de nosotros dio con sus huesos en la tumba, no fue porque el tipo en cuestión no lo intentase empedernidamente.
A la formación práctica añadí el estudio de la balística general reuniendo y estudiando la mejor bibliografía que pude encontrar en inglés, francés y alemán, constatando al tiempo que en español había por aquel entonces muy pocos trabajos de interés. Mi afán coleccionista creó un arsenal de varias decenas de armas antiguas y modernas, y mi avidez analista desarrolló una base de datos de todos los calibres y marcas con los que experimentaba desmontando cartucho por cartucho y registrando las propiedades de cada uno de sus componentes. Horas y horas de dedicación...
Mi Máster en Criminalística en los años 2010-2011 me puso en contacto con uno de los mejores peritos judiciales del país, Manel Cruz, director del Gabinete Profesional de Peritos Judiciales y, a la sazón, profesor de documentoscopia y fonética forense en dicho máster de la UAB. Nuestra amistad creció rápida y sólidamente. Con él codirigí, durante el tiempo de su existencia, el Laboratorio Técnico de Balística Forense, en cuyo marco —y con el fin de anticiparnos a posibles problemas derivados de futuros casos judiciales— realizamos, en los diversos clubes que pusieron sus instalaciones a nuestra disposición, pruebas balísticas de trascendencia para nosotros por sus empíricas revelaciones.
De estos estudios e investigaciones surgieron mis dos primeros libros de balística, Fundamentos de Balística General y Ojo de Francotirador, así como el estudio del incidente balístico quizá más importante del siglo xx: el asesinato de J. F. Kennedy.
Y de los casos llevados como perito con Manel, concretamente del primero, que fue complejo y mediático, nació mi novela Negro en Fantasma.
Con él sigo participando, cuando los implicados así lo demandan y las circunstancias lo aconsejan, en el análisis forense de incidentes balísticos. Quiero pensar que Manel Cruz se nutre de mis conocimientos balísticos tanto como yo me aprovecho de su destreza estratégica para elaborar los informes periciales y presentarlos judicialmente.
La parte lúdica del uso de las armas de fuego la han representado para mí las tiradas de rifle militar, con los participantes vestidos de época, que se realizan periódicamente en el Club de Tiro de Igualada
y el Cowboy Action, practicado durante algún tiempo en el mismo club.
En el año 2022, el Dr. David Carpio, director del Grado de Investigación Privada en la Facultad de Derecho de la UB, me contactó a través de mi gran amigo Daniel Álvarez, con quien he compartido varios cursos de formación táctica, para que impartiese las clases de balística forense de dicho grado, cosa que llevo haciendo desde entonces junto a Daniel como coprofesor, así como con la inestimable ayuda de la Dra. Amelia Díaz y nuestro amigo el profesor Cruz.
El primer año de mis clases preparé unos apuntes a consciencia para los alumnos, pero percibí enseguida que una enseñanza puramente teórica en esta materia, a lo largo de un seminario de 5 clases —esto es, 10 horas nominales— no era ni de lejos la forma pedagógica adecuada para dar siquiera un atisbo de balística forense a chicos y chicas de entre veinte y veinticinco años que no habían tenido nunca un arma en las manos. Con esto en mente, creé un programa totalmente práctico que tuviese la posibilidad de despertar el interés en algunos y, cuando menos, divertir al resto.
Los apuntes, sin embargo, convenientemente editados y con aportaciones de Manel Cruz y Daniel Álvarez, acabaron convertidos en nuestro libro Manual de Balística Forense para el Investigador Privado.
Cuando ahora miro atrás desde este año 2024 y percibo todos los meandros, contactos y experiencias surgidos de aquella decisión casi caprichosa, no del todo convencida, de sacarme la licencia de armas en el 2008 a efectos de una actividad deportiva que me rescatase de mi encierro intelectual, no puedo dejar de sorprenderme de lo intrincados que son a menudo los caminos del Destino.
