El arco

A mí me inició Rodri (Rodrigo Ruiz Loré) hace ahora algo más de diez años, un día de mollizna, niebla y frío en Enero del 2014 en que acudí a Vall-Llobera con una docena de buenos amigos a probar qué fuera eso del tiro con arco. Y el tiro con arco parecía muchas cosas a la vez... todo menos fácil. Rodri, sin embargo, nos dio una perla de luminosa sabiduría aquella hosca mañana: “La única flecha mala es la que no te enseña nada”.

tiro con arco

Al poco de cruzar la valla de madera que abre (o cierra) el camino de montaña desde la carretera de Collsuspina hacia el interior de la Tierra de Arqueros, los ojos tropiezan con un cartel a la derecha que anuncia: “Vall-Llobera, un lugar donde el tiempo se detiene”. Yo estoy seguro de que mi buen Rodri, el creador de este espacio arrebatador entre montañas a 900 m sobre el nivel del mar, con tres circuitos de figuras para el tiro en bosque, no tenía en mente a Zenón de Elea cuando definió su terruño en términos tan atemporales. 

mi mundo arco

Zenón, por otro lado, sí debió de pensar en Rodri o en otro arquero semejante cuando destacó la quieta atemporalidad de la flecha en cada instante de su recorrido para mostrar la ilusoriedad del movimiento, en lo que constituye una de sus célebres paradojas acerca de la discontinuidad e infinita divisibilidad del tiempo y el espacio. No había rollos de película en la Elea del siglo V antes de Cristo o, por lo menos, los arqueólogos no han sabido encontrarlos. Y, sin embargo, el quisquilloso griego observa el tránsito de la flecha como una sucesión de fotogramas en cada uno de los cuales aquélla está, claro, en reposo. 

Eppur si muove... Las imágenes contenidas en cada uno de los fotogramas de una película están quietas, congeladas en instantes fuera del tiempo, es verdad, pero la ilusión de su dinamismo en la pantalla proviene de un movimiento real: las revoluciones del rollo de celuloide en los rodillos del proyector. Del mismo modo, si la flecha está inmóvil en cada instante de su recorrido, la ilusión de desplazamiento tiene que derivar de un movimiento efectivo: el de la consciencia a través del continuo espaciotemporal.

Extraña forma de empezar a hablar del tiro con arco... pero es el tipo de meditaciones a las que me incita el bosque de Vall-Llobera, así como otro bosque inspiró al muy binario Ortega y Gasset sus rancias Meditaciones del Quijote. En Vall-Llobera, no obstante, uno medita con el arco en mano y, cuando ha percibido la flecha inerte en cada uno de sus instantes, llega a la muy Zen(ón) conclusión de que lo que la cuerda del arco ha puesto en movimiento no es otra cosa que la propia consciencia, disparada a través del continuo espaciotemporal, hacia el centro de sí misma: arquero, arco, flecha, recorrido y diana holográficamente conciliados en el Uno atemporal que abarca y trasciende todo...

mi mundo arco
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El tiro con arco tiene este lado místico, que es el que a mí me llama y me llena.

A mí me inició Rodri (Rodrigo Ruiz Loré) hace ahora algo más de diez años, un día de mollizna, niebla y frío en Enero del 2014 en que acudí a Vall-Llobera con una docena de buenos amigos a probar qué fuera eso del tiro con arco. Y el tiro con arco parecía muchas cosas a la vez... todo menos fácil. Rodri, sin embargo, nos dio una perla de luminosa sabiduría aquella hosca mañana: “La única flecha mala es la que no te enseña nada”. Aplicado a la vida cotidiana: “Aprende de los errores con entusiasmo”. Y dicho con la enjundia clásica de un Séneca: “Errare humanum est, sed perseverare diabolicum” (Errar es humano; pero perseverar en el error, diabólico). 

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Así que allí o en cualquier otro bosque, con la figura de un ciervo o lobo o bisonte a veinte, treinta o cuarenta metros de distancia desafiando mi puntería, inmerso en Zen, Zenón y Séneca, abro mi arco con tensión mística-filosófica-ética y dejo ir la flecha como si se tratase de la aguja magnética de un compás que habla de mi propio rumbo en el océano del Destino.

mi mundo arco
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tiro con arco

Es mi manera demente de hacer las cosas... Otros prefieren competir y, mientras dure su agonística motivación, exhibirán una excelencia en el tiro que yo nunca alcanzaré. Está bien, yo a lo mío... el oráculo y una lenta, muy lenta, superfetación.

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Me compré el primer arco muy poco después de la iniciación en Vall-Llobera: un longbow Falco de 45 libras que encontré en la Arquería Tradicional de José Menchón, en Centelles. José habría de convertirse en uno de mis mentores fundamentales para este deporte. Bajo su dirección he hecho tres cursos de tecnificación que despertaron en mí el interés por la física del arco y la flecha y, guiado por su siempre sano consejo, a él le he comprado todos los materiales deseados por mi ansia coleccionista o por mi curiosidad balística.

El longbow, por su parte, es un arco bello y esbelto, pero de geometría poco eficiente si se compara con otras tipologías. Es decir, de la energía potencial que el arquero genera al tensar la cuerda, el tanto por ciento que se transforma en energía cinética de la flecha es comparativamente menor que en los arcos recurvados. El longbow que fabrica Falco en Estonia es un modelo evolucionado con respecto a su recio antepasado británico. Tiene un amago de curvatura en las puntas y una ventana de tiro sobre el grip a fin de neutralizar, en la medida de lo posible, la paradoja del arquero... que no tiene nada que ver, por cierto, con la de Zenón. Aun así, con este tipo de arcos hacen falta mayores niveles de potencia para minimizar la parábola de la flecha e imprimirle un vuelo rasante.

mi mundo arco
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Los arcos potentes no me conturban. Muy al contrario, van con mi carácter. 

mi mundo arco
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El hecho de violar la integridad tensional de la cuerda con despliegue de fuerza muscular crea una intimidad especial entre el arco y yo: él me muestra su temperamento, yo le muestro a él mi decisión, y ambos colaboramos en transformar la flecha en un centelleo. Es una forma de monogamia también, como la que Ulyses tenía con su arco micénico. Así que pronto pasé de 45 a 60 libras y de 60 a 75. Falco no va más allá de esta potencia, de modo que el siguiente fue un arco tibetano de 80 libras. 

Y después un Kasai húngaro de 100 que dispara a una velocidad de 98 m/s.

Y luego otro Kasai de 120 libras, con flechas a 110 m/s. A día de hoy, aún no he encontrado el fabricante que quiera hacerme un arco de potencia superior.

Contemplado objetivamente, los arcos fuertes tienen muchas desventajas y la más grave es que no está permitido usarlos en los circuitos de bosque a fin de que no revienten las dianas. Además, maximizan los fallos del arquero y lo que ahorras en el cálculo de una parábola mayúscula hasta el objetivo lo pierdes en el cómputo de la deriva de la flecha. Aun así... Y, si en el bosque no te dejan usar una potencia extrema, puedes en cualquier caso buscar los tiros más difíciles.

mi mundo arco
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¡Qué diferencia con los flácidos arcos de tiro a caballo, de entre 35 y 40 libras! Éstos te permiten abrirlos en cualquier situación de salvaje o estrafalario movimiento, pero no intimas con ellos del mismo modo.

Pero la medieval y medievalizante Vall-Llobera, con sus tres circuitos de bosque, su bow combat y su escape room, tiene todavía otra dimensión que me apasiona: la forja. Aquí, bajo la dirección de Rodri Jr., una de las personas más nobles y enriquecedoras que he tenido el privilegio de conocer, he vivido muy creativas y bellísimas experiencias.

Cuchillo Forja

Pero volviendo al arco puro y duro, en Enero del 2023 hice por fin el Curso de Instructor de la IFAA (International Field Archery Association), que coincidió con el día de mi cumpleaños y me sirvió sobre todo para darme cuenta de que en esta actividad, deporte, mística... del tiro con arco soy y seré siempre un mero aprendiz.

Pero un aprendiz dispuesto a motivar a próximos y extraños en todo lo que hace a este Camino de realización.

¿Te apuntas a una tirada?

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