Credo Quia Absurdum
NO Creo en dios padre todopoderoso, creador del cielo y la tierra, y mucho menos aun creo en su único hijo.
CREO en una forma Suprema de Consciencia, a un tiempo infinita y finita, personal e impersonal, inmanente y trascendente, múltiple e individual, femenina y masculina... y lo que está más allá de todos estos pares de opuestos.
CREO en una Consciencia Suprema que acepta el nombre de Dios con indiferencia o ecuanimidad, como acepta otros infinitos nombres y no-nombres y silencios. Una Consciencia Suprema que es connatural con mi esencia última, así como con la esencia de todos los seres animados e inanimados de este universo.
CREO que este universo no es Su creación, sino una de Sus infinitas manifestaciones posibles. Y que la ausencia de esa Consciencia en estado puro, supremo, en nuestro universo, sugiere la fórmula de este mundo, el sentido de nuestra existencia, las reglas del juego de nuestras vidas: HALLARLA y ENCARNARLA y MANIFESTARLA.
Y CREO que esta fórmula y este sentido y estas reglas de juego son profunda, descarnadamente crueles; pero en todo caso, creo que son una crueldad que la Consciencia se inflige primariamente a sí misma; y que nosotros, como expresiones Suyas, nos la infligimos a continuación a nosotros mismos; y que nosotros, como seres separados y olvidados de su propia esencia, se la infligimos finalmente a los demás, a todo el resto de los seres vivos y no vivos, en forma de dolor y muerte e intolerancia y dogma y opresión.
Y por ello CREO que Crueldad parece el padre omnipotente y omnipresente de todas y en todas las cosas, un creador del cielo y de la tierra ilusorios surgidos del olvido de la Consciencia Suprema, el gran verdugo y torturador y asesino de su hijo, el Alfa y Omega Universal.
CREO en una Consciencia Suprema, una Realidad Última, que es el Dios de los ángeles pero que, en la noche cósmica, desciende a los Abismos a emborracharse con los demonios, y participa en sus orgías y bacanales, y pierde el sentido hasta mofarse de sí mismo.
CREO en un Dios que a menudo juega a ser ateo, que se ríe de la blasfemia y que se impacienta cuando oye a los hombres hablar de moral.
CREO en un Dios incluyente, no excluyente, que acepta con indiferencia o ecuanimidad cualquier modo de llegar hasta él, de buscarlo, llamarlo o simplemente adorarlo, y para el que no existe ni el pecado ni el pecador, sino sólo el mal momentáneo de ver alejarse a una de sus expresiones animadas o inanimadas, vivas o muertas, conscientes o inconscientes, por el camino del dolor y la ilusoriedad y la mentira.
CREO que la Mentira es otro de los rostros de Crueldad, padre y creador de este mundo aparente. Y que Mentira es el aclamado patrón de los líderes de este mundo, que es quien en definitiva elige e inspira a tiranos y dictadores y presidentes y coronados títeres constitucionales; a papas y popes y dalai lamas, a rabinos, mullahs y brahmanes; y a menudo también a los jueces y a sus fechorías diputados y senadores, y a todos sus sicarios y subordinados. Y que es Mentira quien nos encadena a nuestras falsas identidades prefabricadas, las familiares y raciales y nacionales y genéricas; y que es Mentira quien inspira nuestras identificaciones partidistas, y quien modela la mayor parte de nuestros actos humanos, y también quien escribe la historia...
Y CREO, finalmente, que el destino inevitable de este universo es encarnar y manifestar la Consciencia Suprema, la Realidad Última y Divina, porque ÉSTE nunca ha sido otra cosa y ESTO, esta ilusoriedad ante nuestros sentidos, no es más que una alucinación momentánea en la noche cósmica, mientras Dios se ríe de sí mismo en medio de sus bacanales en el Abismo con los festivos demonios.
Si el hombre será un instrumento necesario en esta Manifestación o sólo un residuo abandonado al borde del camino, eso sólo los dioses lo saben... o quizá ni siquiera ellos, ni tan sólo ellos.
Pues CREO en todas estas cosas no con la fuerza del dogma —que es pura debilidad—, sino con la humilde debilidad de una suposición, que es fuerza después de todo.