Literaturas

Amos Tutuola & "The Palm-Wine Drinkard"

La cuestión del lenguaje es problemática y fundamental en la literatura africana y, aunque en principio caben todas las soluciones posibles —desde el uso de la lengua nativa hasta la maestría en la lengua colonial de un Soyinka; desde el empleo desvergonzado de un pidgin, como es el caso de Tutuola, hasta la elaboración literaria de un idiolecto sintético, como en Okara y Saro-Wiwa, o la relativa africanización del idioma colonial que lleva a cabo Kourouma; o incluso el retorno a la lengua nativa después del éxito en el universal inglés, opción ésta de Ngũgĩ wa Thiong’o—, nada ni nadie libra al escritor de tener que dar forma consciente a su opción personal y convivir con las consecuencias de la misma.

El autor nigeriano Amos Tutuola (1920-1997) constituye un caso particularmente interesante. Empezaré por decir que, en términos generales, existen dos tipos de críticos literarios: los que se empeñan en decirle al texto cómo debería ser y sienten un placentero cosquilleo de intelectual superioridad cada vez que descubren alguna de sus incorrecciones; y los que aspiran a entender el texto, incluidos el porqué y el contenido de las así llamadas “incorrecciones”. Ilustraré esto con un ejemplo: hace un tiempo ya, un tipo con el que colaboraba en la edición de un complicado poeta inglés, manifestó que mi traducción del segmento soft snowy limbs por níveos blandos miembros ni siquiera le parecía correcta gramaticalmente. La cuestión de si la eliminación deliberada de la coma preceptiva entre los dos adjetivos castellanos decía o sugería algo distinto de su presencia no rozó su suspicaz conciencia crítica. Su astuta y recelosa conciencia crítica no debió de notar tampoco cómo se precipita el primer adjetivo sobre el segundo hasta fundirse en inglés, debido a la ausencia de coma y a la aliteración, y no se preguntó, por tanto, si la “incorrección” del traductor castellano servía a este propósito. Gobernado por una concepción académico-maniquea de las cosas, resultó afectado de sordera selectiva: su noción de lo incorrecto le tapiaba los oídos. Si hubiera sido mirmicólogo y descubierto una nueva especie de hormiga, la habría destruido como un error de la naturaleza al no estar catalogada en ningún manual, ni haber sido nombrada por ningún pandit entomólogo. Una amiga me escribió desde los USA: I see big opportunities for a lawyer who s!peaks Spanish. Uno puede tomarse s!peaks como un despiste y quedarse ahí... o leer la palabra, no a pesar de su aparente aberración, sino precisamente porque esa aberración habla: habla en forma jeroglífica, fundiendo en una misma expresión verbal (to) speak y (to) peak, y separando ambas expresiones por un signo de admiración que refuerza las dos: habla, por tanto, no sólo de hablar español, sino de hablarlo (speak) óptimamente (peak). Yo no sé si mi amiga Julia pretendió o no darle este contenido a la palabra y lo cierto es que me da igual: el significado está ahí, independiente de su intención, haciendo de la “aberración” un acierto y un útil instrumento terminológico.

Bien, pues gracias a los críticos del segundo orden, los que están más interesados en el contenido de la literatura que en su aparente corrección o incorrección, hoy podemos disfrutar internacionalmente de Tutuola. Cierto que desde que Tutuola escribió su primera y enhechizada novela The Palm-Wine Drinkard and his dead Palm-Wine Tapster in the Dead’s Town en 1946 hasta que logró publicarla en 1952 pasó más de un lustro y tuvo que sufrir muchos y muy despreciativos rechazos; pero cierto también que, una vez publicada, la obra no sólo determinó el nacimiento de la literatura nigeriana, sino que lo consagró al instante en el vasto ámbito de la literatura escrita en lengua inglesa. The Palm-Wine Drinkard es la alucinada historia de un sujeto cuya única especialidad y ocupación es beber vino de palma y que, al morir su vinador (tapster), decide seguirlo al mundo de los muertos para traerlo de vuelta. Tutuola entreteje ahí mitemas del folclore yoruba y una peculiar sátira del importado consumismo, y lo hace en un inglés pedestre, de sintaxis ingenua cuando no (¿voluntariamente?) deficiente. Alain Ricard habla de la “opaca ingenuidad” del lenguaje de Tutuola y dice: “Instead of keeping a certain distance from both of his languages [el inglés y el yoruba], his shameless linguistic confusion results in a prose style deemed outrageous by the standard bearers of linguistic norms and utterly magical by lovers of poetry” (The Languages & Literatures of Africa, p. 124). Es una lúcida manera de denominar a los dos tipos de críticos referidos más arriba: “los portaestandartes de las normas lingüísticas” y “los amantes de la poesía”; para los primeros, la prosa de Tutuola es “escandalosa”, pero para los segundos es “totalmente mágica”.
 

AMOS_T

Lo apasionante de Tutuola es el modo en que ha conseguido convertir su propio inglés rudimentario en instrumento artístico. La magia del asunto estriba en haber creado para él un estilo y un universo literario en los que su jerga encaja perfectamente. Tutuola no tiene que fingir nada: ésa es su propia lengua y la de parte sus paisanos, detrito de la hibridación, pero portadora también de nuevas posibilidades expresivas, fértil en la desvergonzada “aberración” de su carácter. Hay mucho que aprender de este caso, de las riquezas artísticas latentes en cualquier “desdeñable jerigonza” hasta que alguien —¡oh, sorpresa!— teje una obra a partir de aquélla que nos emborracha con su exótica frescura.

Como narración The Palm-Wine Drinkard tiene una estructura simple, lineal, de cuento infantil: el drinkard deja su aldea, vaga por la jungla, por regiones cada vez más extrañas del mundo de los vivos y de los muertos, en cada una de las cuales tiene lugar alguno de los episodios de sus alucinadas aventuras, y retorna a la aldea al cabo de muchos años. Cuenta sus peripecias en primera persona, con una voz desapegada, casi festiva, inmune a los peligros que atraviesa y sin reflejar apenas emoción o patetismo. Por la acumulación de acontecimientos y por lo insólito de su tenor, sin embargo, la “historia” (si es que de historia puede hablarse, al fin y al cabo) no resulta fácilmente aprehensible. Quizá más que de historia cabría hablar aquí de antología de cuentos ensartados en una sola narración por el hilo conductor del viaje y la excusa del mismo: encontrar al vinador del drinkard.

    (Un inciso: drinkard ha sido vertido en la traducción española de la novela como “bebedor”; sin embargo, el uso de esta palabra es extremadamente curioso. Como tal, no aparece ni en el OED ni en el Webster y, si uno la busca en Google, los resultados (aparte de páginas relacionadas de un modo u otro con la novela de Tutuola) remiten casi todos ellos a personas con el apellido Drinkard. Una página de heráldica explica Drinkard como una fusión de drink y water, sugiere que era un término aplicado a veces a alguien totalmente abstemio, y ofrece como variantes ortográficas Drinkwater y Drinkwatter. Pero, por otra parte, el drinkard en Tutuola es más un drunkard aunque ciertamente nunca se emborracha, beba lo que beba que un abstemio.)
 

Amos_TT

Volviendo a los cuentos o peripecias del drinkard, éstas ocurren en una rápida y proliferante sucesión y, aunque comparten el rasgo de la más absoluta extravagancia, pueden apreciarse distintos tipos de relatos. Algunos parecen de carácter mitológico; al fin y al cabo, el drinkard, no sólo posee muchos de los rasgos de carácter del tipo de divinidad totémica denominada trickster por los antropólogos, sino que se presenta a sí mismo como “Father of gods who could do everything in this world” (p. 10, 17) y en uno de los episodios este “Father of gods” hasta acaba por resultar el responsable de que la Muerte ande vagando por el mundo (p.16), uno de los temas clásicos de la mitología. Otros relatos son mitemas de orden etiológico: así el que explica la hambruna como resultado de una disputa entre la tierra (Land) y el Cielo (Heaven) (pp. 118-9). Muchos de ellos son extremadamente cómicos, con un humor surrealista a lo Woody Allen o los hermanos Marx: para huir de unas violentas mountain creatures, por ejemplo, el drinkard se transforma en un guijarro y se arroja a sí mismo a la distancia. Tutuola escribe (p. 116-7):

"As I was running away from them [the mountain creatures], I could not run more than 300 yards before the whole of them caught me and surrounded me there; of course, before they could do anything to me, I myself had changed into a flat pebble and was throwing myself along the way to my home town.
But these 'mountain-creatures' were still following me and trying their best to catch me as I was a pebble, although, they were unable to catch it until I (pebble) reached the river which crossed the road to my town. But before reaching the river, I was tired and nearly broke into two, because of striking harder stones as I was throwing myself, but at the same time that I reached the river, they nearly caught me there. But without any ado, I threw myself to the other side of the river and before touching the ground, I had changed myself into a man, and also my wife, gun, egg, cutlass and loads as usual and at the same time that we touched the ground, we bade the 'mountain creatures' good bye and they were looking at us as we were going, because they must not cross the river at all."

En esta misma vena cómica, véanse también los relatos de “la terrible y curiosa criatura o el completo caballero” (pp. 18-23) y el del “deudor y el cobrador de deudas” (pp. 111-3). Otros episodios recuerdan el intento swiftiano (o gulliveriano) de relativizar la realidad ordinaria del mundo conocido presentando una región (geográfico-imaginativa) donde los elementos comunes de la experiencia humana están configurados de un modo completamente distinto, hasta descabellado se diría, una especie de “mundo al revés” que invite al lector a reflexionar si su mundo está verdaderamente del derecho. El drinkard cuenta (pp. 58-9):

"These unknown creatures were doing everything incorrectly, because there we saw that if one of them wanted to climb a tree, he would climb the ladder first before leaning it against that tree; and there was a flat land near their town but they built their houses on the side of the hill, so all the houses bent downwards as if they were going to fall, and their children were always rolling down from these houses, but their parents did not care about that; the whole of them did not wash their bodies at all, but washed their domestic animals; they wrapped themselves with a kind leaves as their clothes, but had costly clothes for their domestic animals, and cut their domestic animals’ finger nails, but kept their own uncut for one hundred years; even there we saw many of them sleeping on the roofs of their houses and they said that they could not use the houses that they built with their hands except to sleep on them."

Finalmente, al menos uno de los episodios tiene el tenor de un cuento moral; concretamente, el del “rey sabio” (pp. 91-95), ante quien el drinkard y su mujer son acusados de la muerte del príncipe por el verdadero asesino. El rey, muy al estilo de Salomón, ordena que se agasaje a los presuntos criminales durante siete días y que después se les ejecute; pero el auténtico asesino, al ver lo satisfecho que parece el rey por el exterminio de su hijo, confiesa la verdad con la intención de ser él mismo el beneficiario de la magna recompensa. Él es pues, finalmente, el ejecutado. Lo cierto es que este “cuento moral” —si es que semejante aproximación es legítima en lo que hace al contexto yoruba— resulta un tanto extraño dentro del marco de una “historia” más abocada a explorar los límites de la fantasía que a consideraciones éticas o ideológicas de cualquier tipo. En la siguiente novela de Tutuola, sin embargo, My Life In The Bush Of Ghosts (1954), encontraremos otro episodio de similar tono moral (con moraleja final incluida) en el relato de la “armless wife of the king” (pp. 140-3). 
 

Amos_TTT