Kanjirama

Por la fertilidad de sus campos semánticos, por su fluidez de contenido y adaptabilidad a siempre nuevos —a veces inesperados— significados, por la pluralidad de pronunciaciones de cada una de las unidades grafémicas, por las interrelaciones y solapamientos semánticos y fonéticos entre todas ellas, por su profunda estratificación histórica y su mutabilidad en el tiempo, los kanjis (o ideogramas chinos según la nomenclatura nipona) constituyen por sí mismos una auténtica orgía filológica. Uno tiene la alucinada sensación de estar, no ante unidades escriturales inertes, sino en presencia de microorganismos vivos e infatigablemente dinámicos. Especular sobre su estructura, naturaleza y comportamiento nos lleva a espacios de reflexión tan distintos de esos a los que nos tienen acostumbrados los sistemas alfabéticos y silabográficos que para el amante de las lenguas es prácticamente imposible resistirse al desafío que nos arrojan.