Autor

bel atreides firmando

Bel Atreides, el autor

Aunque me siento tentado más de una vez a pensar que la palabra escrita ha servido sobre todo para perpetuar irrelevancias, no es menos poderoso el sentimiento que me inspira la palabra poética.

El lenguaje es la ingeniería y arquitectura del pensamiento. Es un interfaz entre lo conocido y lo sólo entrevisto o presentido, lo no conceptuado todavía. Es un habitante liminar entre el pequeño mundo de lo concreto y el universo de las realidades abstractas, donde nuestra consciencia se rarifica hasta pináculos de inaudita sutilidad. Dentro del lenguaje, la palabra poética ocupa un lugar especial: es un ente vivo por sí mismo: es el logos-luz, logos-fuerza, logos-vida, la criatura recién gestada en el ardor del entusiasmo creativo, en la fusión de emoción y pensamiento, que sirve a la mente de vehículo, como el Agni Védico, hacia los reinos de lo aún-no-concebido-posible. El colono de las tierras vírgenes se lleva en la ropa, armas, herramientas un pedazo de su civilización para transformar los dominios salvajes y que éstos no lo absorban y diluyan por completo; el colono de los reinos desconocidos de la Imaginación tiene la palabra poética para nombrar lo nunca‑nombrado‑todavía, y que el silencio de las cimas de la abstracción no lo absorban y diluyan por completo.

Para mí, la literatura es esta ansia de visión o no es nada...

El día en que nací no dice nada de mí en absoluto, pero sí dice algo el instante en que decidí no llamarme como los primogénitos de n generaciones anteriores, cambiando el nombre de un santo cristiano por el de un dios pagano. El lugar en que me nacieron —una ciudad mediterránea desaparecida en los 90 bajo las aguas de la cutrez humana— es del todo irrelevante, pero no lo es el sentimiento de que toda la cultura, la de todos los pueblos, incluso la de esos que ignoro, dice de algún modo algo de mí. 

Another fucking clown

Quiero creer que absorbí algo del admirable carácter alemán durante mis años de primaria y secundaria en el colegio germano; quiero creer que incorporé algo del espíritu japonés durante mis años de aprendizaje y posteriormente instrucción de las artes marciales y algo del alma india a través del estudio del sánscrito y la mística védica; quiero creer que al menos una gota de sensibilidad rusa me ha llegado a través de esa lengua y la lectura apasionada de los autores del siglo de oro ruso; quiero creer que soy americano porque soy europeo y que tengo de anglosajón todo lo que me ha llegado a través del inglés, lengua que amo y valoro por encima de la de mis padres; quiero creer que algún día descubriré lo que tengo incluso de esquimal y de bantú... 

La fascinación por el acto de traducir es connatural con todo lo dicho: es la experiencia existencial de pasearme a través de mis distintas personalidades, sensibilidades, ejerciendo la ventriloquía, ejercitándome en el yoga de no ser nadie para serlo todo. En cuanto al deporte... ¡ah! es también un subgénero de la traducción. Pero lo que aquí se tras‑duce no es el contenido de una lengua y una sensibilidad a otras: es la misma carne trasplantada en logos, en palabra poética, mientras el logos se hace carne. 

Desde aquí elevo mi más profundo agradecimiento a los muchos autores, profesores, instructores y entrenadores que me han inspirado y guiado en el camino del desarrollo físico e intelectual, así como a los profesionales que han hecho posible esta Web.

Bel

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